Capítulo 18 Final

Decido dejar el badoo, el hi5 y de entrar a las tías. Busco en segundamano.com y me compro una bici de carreras baratita, y empiezo una tarea de recuperación mental brutal.
Empiezo a recuperar tipo, perdiendo kilitos. Me hago adicto a la endorfina. Y encima, el roce del sillín con la próstata  poco a poco va haciendo que mi lívido se estabilice.
Sustituyo el subidón de los orgasmos por el subir puertos. Primero los de casa, Orduña, Herrera, Urkiola… luego otros más míticos como Tourmalet, los Lagos de Covadonga, el mítico Angliru.
Me pongo en forma y poco a poco voy pasando del sexo, de un sexo que no me ha funcionado, que no me ha llevado a nada. Se ve que el destino no tenía preparado eso del sexo para mí.
Un día volvíamos a casa y paramos en un pueblo a tomar algo con las bicis. Un día soleado. Estábamos en la terraza de un bar cuando de repente se sienta al lado la chica del aparcamiento, la de seguridad.
Se me queda mirando y a mí me entra la risa. La verdad que sin el uniforme es una chica muy mona, sin resaltar, pero guapa.
La saludo y se me pone a hablar.
-         Ya sabes que lo he dejado, no me verás más en ese parking haciendo cosas raras.
-         Es que tío, ya te valía. Mira, a mí no me importa, pero se queda grabado en las cámaras y a mí me cae un marrón del copón.
-         Si, parece que cuando lo hacemos no pensamos en esas consecuencias.
-         Además tío, eras un Don Juan, cada día con una.
-         No creas, si te soy sincero, tú eres la chica que más veces me ha visto la polla, jajja
-         Jajja, no seas grosero, anda.
-         He dejado eso del sexo, lo he sustituido por la bici. Oye, ¿quieres tomar algo esta tarde? Por los viejos tiempos…
-         Jajja… eres muy peligroso para mí.
-         Venga…
-         Entro a las 12 de la noche de turno en el parking, si quieres quedamos a tomar algo por la tarde.
-         Te recojo a las 8 donde tú me digas
-         Ok
Después del intercambio de móviles emprendemos la ruta a casa con las bicis. Por la noche paso a recogerla y tomamos unos pintxos y unas cervecitas. Me es extraño, no siento ese deseo animal que sentía siempre que quedaba con una tía, al contrario, nos reímos y charlamos naturalmente.
Tomamos una copa en una terraza, aprovechando la miniola de calor que estamos pasando, haciendo bueno el chiste ese de que me encanta el verano en Euskadi, ¡es el mejor día del año!
La acompaño a trabajar y vamos haciendo el tonto. Se me pega y se separa, vamos agarrados de la mano, echándonos unas risas.
Entramos en el parking y vamos al vestuario que está detrás de la garita, y ahí me empieza a besar, a acariciar y acabamos haciendo el amor, de una manera suave, distinta a las que había vivido hasta entonces.
-         No te preocupes, aquí no hay cámaras de seguridad.
Me quedé pegado a ella después de hacerlo en el suelo de aquel vestuario. Fue una cosa distinta, natural.
Ahora vive conmigo. Me he vuelto a engordar porque no tengo tiempo para la bici con ésta, y además en buena cocinera.
Y de cuadrilla somos ahora 5, ya que ésta sale con nosotros.
Me ha cambiado la vida.



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@txomin43




   

Capítulo 17. Una noche en Santander

Hoy voy con ilusión. He quedado en recoger a una chica en Santander, que parece inteligente, y lo más importante, me ha asegurado que tiene un culo perfecto, que lo ha heredado de su abuela y que está orgulloso de él.

La recojo en un centro comercial de Maliaño y desde que la veo no dejo de pensar en ese culo. No parece que sea perfecto, pero grande lo es un rato. Redondo, voluptuoso, generoso en sus formas, perfecto en su curvatura, eso sí, pero exageradamente enorme, con unos radios internos sobredimensionados.

Vamos a cenar. Hemos quedado que ella cogía un hotel, pero no ha cogido nada, que ya veremos sobre la marcha. Ya te digo yo lo que supone coger un hotel en el Sardinero sobre la marcha, que mi tarjeta de crédito no se atreva a salir de la cartera.

Damos un paseo por la playa antes de cenar, y es el momento de ir preparando la noche. La agarro de la cintura, pero se separa, que no agobie, me dice, que el premio ya llegará. En fin, mal empezamos.

Nos acercamos al mar y le suelto una frase genial que me he bajado de google.

-         ¿Sabes? Hay personas que ven el mar como un límite, buscan la seguridad de la tierra firme, viven de espaldas al mar, mientras otras lo ven como una oportunidad de huida, una barrera a romper para escapar de su realidad cotidiana, viven mirando constantemente al horizonte, al futuro.

-         Ajá…

-         Pero yo veo el mar reflejado en tu mirada, en esa mirada serena, con esa chispa de inteligencia que tienes, una mirada a la que me asomo y en el fondo de ella puedo vislumbrar hasta tu alma…

Es el momento, según hablo de sus ojos, me acerco a ella, despacio, buscando sus labios, para besarla, pero la tía coge y me salta.

-         Anda, no seas hortera, que tengo unos ojos marrones muy feos.

-         Las chicas no tienen ojos marrones, sino de color miel o de color chocolate…

-         Los míos son marrones y punto.

La hostia, que romanticismo. De ahí vamos a cenar y se pasa toda la cena criticando a la camarera, que era sudamericana. Y encima la chica lo hizo todo bien, pero nada, inundó la cena de comentarios racistas, que iban aumentando en volumen según aumentaba la ingesta de vino.

Salimos de cenar y me propone ir a un hotel. Menos mal, porque si se toma otra copa la llevo a casa, o más bien, al centro comercial donde la recogí.

Hay un hotel en el Sardinero que parece como familiar. Cogemos una habitación por 120 € (que se corresponde con que no salgo los siguientes dos fines de semana) y encima es cutrecilla, cosa que la tía enseguida me echa en cara. No, ¡si aún pretende que le lleve a un 5 estrellas!, aunque me da que no me iba a costar mucho más.

La empiezo a desnudar y la tía echa a correr por la habitación, que quiere jugar. Para juegos estoy yo, no tengo otra cosa que hacer que saltar encima de la cama, que además igual se cae, que no me inspira demasiada confianza.

Pero mover semejante culo no es tarea fácil, por lo que enseguida la atrapo y la tumbo sobre la cama, y la intento besar en la boca, pero me salta que en la boca no besa, que es algo personal. No te jode que la tía se cree Pretty Woman.

Al quitarle la camiseta descubro que lleva faja. Y claro, al quitar la faja descubro que el culo está compensado, que con la tripa que se libera su centro de gravedad queda perfectamente equilibrado.

Y tumbada sobre la cama veo que empiezo a tener dificultades de acceso. Empiezo a acariciarle las tetas, enormes por cierto, pero me dice que se las deje tranquilas, que me centre en lo que me tengo que centrar.

Y me zambullo entre aquellos dos muslos, y separando pliegues llego a su sexo. Intento lamerlo, pero la falta de oxígeno y el calor húmedo asfixiante y sofocante de aquel su rincón anatómico me retraen a posiciones más clásicas y con más aire.

Intento el misionero, pero apenas llego a penetrarla un par de centímetros, cosa que ella achaca a mi tripa incipiente. No te jode la vacaburra esta.

La llevo al borde de la cama, cargo con sus piernas sobre mis hombros, y yo de pie, comienzo la faena. Pero nada, la tía se retrae hacia arriba y no llego, y de momento no la tengo serpenteante, con lo que tampoco es solución.

La tía se impacienta y yo no sé cómo estoy consiguiendo mantener la erección en tales circunstancias, por lo que opto por ponerla a 4 patas. Y joder que espectáculo. La verdad que el culo era perfecto, sobredimensionado, pero perfecto, y mostraba un espectáculo maravilloso en toda su curvatura. Y descubro que a pesar de ser duro y firme, lo consigo separar a los lados y penetrarla profundamente desde ahí.

Consigo a pesar de las dificultades un polvo medianamente decente, salvar los trastos y la situación. A la tía la siento además dos orgasmos.

Nos tumbamos en la cama y la tía enciende un cigarro, echando el humo directamente al cartel de prohibido fumar. Y se me sincera.

-         Mira, darling, yo trabajaba hasta hace un mes en Londres, at London, y me enamoré de un chico de badoo. Era inteligente, como yo, de mi nivel intelectual y social, y dejé todo y me vine aquí a conocerle. Do you know? Pero él me dice que quiere una relación abierta conmigo, open relation, y por eso me digo, ¿quieres relación abierta? Toma relación abierta. Ayer quedé con un tío, hoy contigo, mañana he quedado con otro y pasado con otro, se va a enterar éste de lo que es una relación abierta. A fucking relation.

Yo la escucho pensando en repetir el polvo, en cómo resolver el problema del acceso a la cópula con tamaña dificultad, o sea, sin hacerla ni puto caso, y de repente se me pone a llorar. Que si no puede, que si no es lo suyo, yo que sé qué cosas me está contando, pero me está entrando sueño. Le propongo dormir un rato, que yo la abrazo, si llego a abarcarla, claro, pero que no, que quiere irse a su casa.

Me da una pereza de la leche ir otra vez hasta Maliaño, pero me doy cuenta de que va a ser la única manera de conseguir dormir esta noche, así que nos vestimos y bajamos al coche.

En el viaje empieza a hacer ruidos con la nariz, como pequeños ronquidos. Joder, que tía, que experiencia para no contar. Intento ignorar los ruiditos que hace, pero me está entrando la risa.

-         Es que cuando me agobio se me taponan los oídos y así se destaponan.

Aibalahostia que aventura. La dejo donde la recogí y me vuelvo al hotel. La de recepción me mira sonriendo, como diciendo que la tía se me ha ido. Lo que no sabe el alivio que siento.




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Capítulo16. De vacaciones en Torrevieja

Nos fuimos los 4, el Patxi, el Joseba, el Mikel y yo. Cogimos el coche del Patxi, un golf más viejo que cascorro, pero GTI, bajamos por el emule toda la discografía de Camela, y nos fuimos para Alicante.

Y aquí estamos, los cuatro, tomando una cervecita en una terraza en Torrevieja, viendo mozas. Estas vacaciones venimos a triunfar y como mínimo hemos decidido ligar bronce.
Nos vamos la playa y ahí es donde veo que las dificultades que vamos a tener para ligar son estructurales. Estamos en la playa y somos un cuadro, vaya cuadrilla de cuarentones.

Estoy tumbado en la toalla y veo a mi cuadrilla. El Joseba, muy pijo él, tiene un sobrepeso enorme, y está en el agua, con unas bermudas de tamaño descomunal. No se ha quitado la camiseta y tiene una toalla alrededor del cuello para recoger el sudor. Se está poniendo de un tamaño que empieza a disponer de su propio campo gravitatorio.
El Mikel no mejora mucho la imagen. Es flaco hasta la extenuación. Me acuerdo que le operaron de una hernia y no tuvieron que hacer radiografía para detectarla ya que es una radiografía en si mismo. Esta encima de mí lleva una braga náutica pero está tan flaco que desde aquí le veo las pelotas, y las tiene negras como si fuera un grillo.

El Patxi no está mal, pero tiene un puntito gay que hace que no le entren las tías, pero sí los tíos. Y yo no es que gane mucho.
En la playa hay mucho señor mayor con macizorra sudamericana o africana. Antes se trataba de viejos lobos de mar que habían encontrado su amor en algún puerto singular. Se mantenía el glamour de los curtidos marineros. Ahora se trata de cazurros de la construcción que se han ido de vacaciones a República y han vuelto con premio.

Pero la ilusión nadie nos la quita. Esa noche salimos de mariscada. Y luego de marcha, pero es la primera noche, estamos aún conociendo el mercado. Pero estamos cansados del viaje y volvemos pronto al apartamento.
En una cadena de esas que durante el día dan tarot y teletienda, y a estas horas dan pornografía. Pero que cutre, la verdad. Hay un tío montándoselo con una tía, y otro que esta mirando se está masturbando, con la peculiaridad que ha hecho un agujero a un melón, lo ha calentado en el microondas y se lo está haciendo con el melón. Y nos quedamos embelesados con el melón. Eso sí, con estos no vuelvo a comer melón con jamón en la vida, por si acaso.

Al día siguiente vamos a la playa a tomar el sol. Mira que hace calor en este pueblo. Y las mozas parece que no salen a la playa, porque no se ve ninguna.
Después de cenar, decidimos ir a la discoteca. Pagamos la entrada de una macrodiscoteca religiosamente, con su consumición, pero al entrar resulta que está completamente vacía. ¡Pues hemos pagado una pasta!

Preguntamos a una camarera y nos dice que la gente viene a partir de las 2 de la mañana, y aún son las 10 de la noche, así que optamos por salir.
El portero nos pone un sello invisible en la muñeca y el Patxi se queda discutiendo con él porque no sabe si se le borrará con el sudor, que prefiere un papel o justificante de pago.

Ante la mirada del portero de 2x2 optamos por llevarnos al Patxi de allí diciéndole que en todo caso, si se le borra la señal, le pagamos la entrada entre los demás.
Llegamos a la zona de pubs y veo a tres chicas sentadas en una mesa, y queda una silla libre. Me acerco y pregunto si está la silla libre. Me dicen que si, y aprovecho y me siento en la silla, con ellas, y me presento.

Pero parece que no les ha hecho gracia la broma, por lo que me levanto y me largo de allí. Empiezo a preguntarme que no solo es un misterio la supervivencia del pueblo vasco, sino de la humanidad en general.
Volvemos a la discoteca a eso de las 3, ya bastante calentitos, y nos encontramos que en la entrada se hace botellón. El parking está lleno de coches con el chunta chunta a tope.

Entramos en la discoteca y sólo nos hacen falta 5 minutos para darnos cuenta que la chavalería nos mira como si estuviéramos buscando al hijo de alguno de nosotros. Yo levanto las manos para que nadie pueda acusarme de tocarle el culo a una menor de edad, mientras que el Mikel acude a mi experiencia con la colombiana para instruirse en el ligoteo con chicas tan jóvenes.
La fiesta acaba en un baño de espuma, al que me nos metemos el Mikel y yo. Todos están en bañador o bikini menos nosotros. Al salir a la calle empapados nos damos cuenta de nuestro error.

Y desgraciadamente, ese primer día fue lo más interesante de nuestras vacaciones, que luego decayeron irremisiblemente hasta que volvimos a casa.
Esos días mis amigos preguntaban sobre mis avances en las redes sociales, y yo les conté con quienes había quedado, pero evitaba entrar en detalles sobre el desenlace. Les contaba los métodos que usaba, pero ninguno de ellos creía demasiado en los ligues por las redes sociales.

En realidad su experiencia les hacía bastante escépticos para cualquier tipo de ligue, ya sea vía red social, ya sea en el curro, ya sea de cualquier forma que se pueda imaginar.




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